Hace unos pocos días fue el Día Mundial del Síndrome de Dwon y por casualidad llegó a mi una entrevista que le hicieron a un periodista en una cadena de TV. sobre un artículo que había publicado y que reprodujeron, en la que afirmaba, resumiendo, porque no vale la pena extenderse con sandeces, que los niños con Síndrome de Dwon no deberían de haber nacido. Creo que la soberbia es el peor defecto que podamos tener las personas.
Enseguida me vino a la memoria una historia que oí por boca de un terapeuta, que quiero compartir aquí y sintiendo no citarlo o citarla, porque hace ya mucho tiempo de esto y no recuerdo su nombre.
La historia habla de un niño con una discapacidad importante de nacimiento o a una edad muy temprana que no le permitía hablar. Su padre no lo llegó a aceptar nunca del todo y casi no le dedicaba tiempo. Estaba siendo tratado por una terapeuta, creo que fisioterapeuta y en un momento determinado emitió algunas palabras. Extrañados porque nunca había hablado desde que nació, acudieron a un hipnoterapeuta y a través de hipnosis surgió la más increíble de las historias.
Relató como en un tiempo lejano, siendo muy pobres él y su hermano mayor, se veían obligados a correr delante de una cacería de los señores de las tierras como las presas a cazar.
En un momento en que se acercan los perros, presa del pánico su hermano mayor consigue subirse a un árbol para salvar la vida. No así su hermano menor que muere por los ataques de los perros. Su hermano mayor era su padre actual.
A pesar de que el niño no podía hablar por su discapacidad, fue totalmente capaz de relatar la historia hasta el final, momento en que vuelve a su mudez habitual. Totalmente conmovido por la historia, su padre se vuelca en él a partir de ese momento.
Al cabo de no demasiado tiempo rompió otra vez su mutismo para decirle a su padre: “Ya he conseguido lo que necesitaba: sanar la herida de sentirme abandonado por ti en nuestra vida anterior como hermanos”. Y dicho esto dejó su cuerpo en completa paz.
Esta historia me conmovió en lo más profundo. Yo en aquella época ni tan siquiera trabajaba con la terapia de vidas anteriores a esta y escucharla fue un punto importante para, al cabo de un tiempo, interesarme en este trabajo, que si se utiliza terapéuticamente tiene el potencial de sanar heridas que están a un nivel tan inconsciente, que difícilmente podemos comprender cosas en nuestra vida que aparentemente no tienen sentido sin esta visión más amplia.
Si publico esa historia, que no he vivido yo personalmente como terapeuta, es porque he vivido otras, no tan emotivas, pero que demuestran que no hay nada en esa naturaleza, ni hechos en la vida de nosotros los seres humanos, que no tenga un fin concreto. Todo está puesto para que podamos avanzar, aprender y evolucionar.
Cada vez que hemos topado en un proceso de terapia en alguna vida anterior con un personaje con alguna discapacidad física o intelectual, más o menos importante, siempre ha surgido el entendimiento de que “Yo había de aprender ciertas lecciones, pero también les he dado a mis padres la oportunidad de aprender a amar incondicionalmente, no por lo que obtenía, sino por lo que era”.
Si por aquella casualidad o causalidad de la vida este artículo llegara a manos del o los terapeutas que protagonizaron esa historia, les pido disculpas si no he sabido reproducirla fielmente, aunque si la esencia y a la vez quiero agradecerles que la compartieran, porque me ayudaron a orientarme a escoger esta preciosa manera de ayudar a las personas a sanar heridas profundas e inconscientes de una forma mucho más rápida y que además, tiene la capacidad de ampliar y elevar nuestra consciencia que por métodos más convencionales, especialmente cuando está integrada en la Psicoterapia Integrativa
Creo que ya toda palabra que pudiera añadir estaría de más.
Un abrazo y hasta la próxima
Montserrat Chando – Psicoterapeuta