No creáis nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan creer.
Creedlo después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia.
Buda
Para introducir el tema del hábito de cuestionar lo establecido permitidme primero que haga un poco de historia, aunque sea una de las peores que haya vivido Europa.
En 1961 se celebraba el juicio contra Adolf Eichmann, oficial de la SS responsable de la organización de toda la infraestructura en la deportación de los judíos a los campos de exterminio nazis. A Hanna Arent, filósofa alemana de origen judío, se le encargó recopilar toda la información del juicio para publicarlo en un prestigioso diario de EEUU. Fruto de este trabajo fue la publicación de su magnífico, durísimo y recomendable libro “Eichmann en Jerusalén. Estudio sobre la banalidad del mal”.
En él, Hanna Arent describe a Adolf Eichmann como un hombre mediocre – fue el único de los cinco hermanos que no consiguió acabar los estudios y licenciarse ni consiguió un buen puesto de trabajo – que no compartía el odio por los judíos, ni tampoco como un entusiasta de las ideas del régimen nazi, ni se le podía considerar como un malvado asesino que disfrutaba con su trabajo, como otros muchos. Para él organizar toda la maquinaria de la “solución final” en la que murieron millones de personas, era un trámite y él una pieza más en el engranaje de la maquinaria, solo cumplía órdenes de Hitler a través de su mando superior, Himmler. Era como una pieza más y se sentía obligado a acatar las órdenes, lo contrario, según sus propias palabras en el juicio, hubiera sido un deshonor.
Una mentira repetida mil veces se acaba convirtiendo en una verdad
No pensó, no reflexionó, no cuestionó si la ley, porque lo que estaba haciendo estaba amparado por las leyes del gobierno nazi, era justa o inhumana. No. Se dejó llevar por las consignas simplistas y manipuladoras que el régimen imponía a través de todos los medios de comunicación, prensa, radio, panfletos, mítines con personas que se convertían en una masa enfervorizada, con la idea principal de repetir el mismo mensaje de diferentes formas para que fuera calando en la población. Goebbels, ministro de propaganda y autor de la frase “una mentira difundida mil veces se convierte en una verdad”, utilizó lo que hoy llamamos “técnicas de mercado” para adoctrinar – y atontar – las mentes de los alemanes.
Se le atribuye a Hitler esta frase, pero aunque no fuera cierto, la realidad es totalmente vigente hoy día: “Que suerte para los gobiernos que las personas a las que administra no piensen”.
Por cierto, los capitalistas estadounidense que financiaron el nazismo al mismo tiempo que al comunismo, se hicieron más millonarios todavía de lo que eran, mientras miles de seres humanos se mataban entre si por defender unas ideas que les habían embutido en sus mentes. Y no refiero a los que pelearon por la libertad y la dignidad.
¿Cuántos alemanes se cuestionaron la “información” que se les daba y cuántos se la tragaron sin la más mínima duda, sintiéndose a cambio protegidos por un gobierno “fuerte”?
Y aquí viene la cuestión más importante y dejadme que la ilustre con las propias declaraciones de Adolf Eichmann en el juicio que lo condenó a muerte:
“ (cuando se perdió la guerra.) … comprendí que tendría que vivir una difícil vida individualista, sin un jefe que me guiara, sin recibir instrucciones, órdenes ni representaciones, sin reglamentos que consultar, en pocas palabras, ante mí se abría una vida desconocida, que nunca había llevado”. Creo que sobran comentarios.
Es una cuestión vital cuestionarnos si las leyes, normas sociales preestablecidas, educación y religión, la información que nos brinda los medios oficiales, incluso lo que nos han inculcado nuestro padres , están en línea con nuestra libertad, dignidad, e incluso con nuestros principios, o si con ellas estamos sometidos a las ideas e intereses de otros perdiendo así nuestra libertad, interna y externa. Porque si no cuestionamos nunca sabremos la verdad.
¿Qué podemos aprender de la historia?
Se necesita valor y autoestima para cuestionar lo establecido y aceptado por la mayoría, porque la reacción más habitual del entorno es el rechazo. Y lo aprendemos ya de pequeños cuando cuestionamos y a veces nos oponemos a nuestros padres, que son nuestro “mundo” y se nos rechaza o castiga. Nunca olvidaré mi etapa de adolescente cuando me decían “no” y yo preguntaba “¿por qué no? » y la respuesta era “por que no” y todas las broncas que eso creaba cuando no me conformaba con el “porque no”. Entonces tienes el dilema, o me conformo y me someto y todo está bien, o se arma la gorda pero me reafirmo, defiendo mi dignidad y libertad cuestionando todas las normas inútiles, pero a la vez pago las consecuencias que son el rechazo y el castigo.
Y esto es en una medida u otra lo que nos puede seguir pasando en nuestra relación con el mundo, sus leyes y normas. Quizás seguimos con la necesidad de que “algo” nos siga aceptando y protegiendo, lo que nos impide cuestionar. Ahora ya no pueden ser los padres y hemos pasado el papel al gobierno, o a cualquier otra entidad que consideremos superior a nosotros con la que nos sintamos protegidos y aceptados, pero para obtener ese beneficio, hemos de cumplir con las normas para no ser expulsados.
Y con cumplir las normas no me refiero a las Leyes Universales de respeto hacia todo ser viviente, sin excepción, si no a las normas, dogmas y leyes creadas por la sociedad: religiosas, culturales, familiares, políticas y que varían con los intereses de los que mandan, de una época, de una cultura y de una familia a otra.
La mente es como un paracaídas, si no se abre no sirve
Siento no recordar quién dejo dicha esta frase tan acertada. Si alguien me pueda dar la información será muy bienvenida.
¿Y qué significa cuestionar? Con cuestionar no me refiero a rechazar o criticar sistemáticamente todo, eso es de tontos, sino a pensar, reflexionar y ponderar sobre lo que se me dice, a pasarlo por el filtro de mi lógica y de mi intuición. Me refiero también a contrastar opiniones con la mente abierta y elegir desde la libertad lo que yo crea más conveniente, lo cual no significa que no me pueda equivocar, pero siempre creo que es mejor equivocarse por uno mismo que equivocarse siguiendo a otros, ¿no os parece?
Para cuestionar hay preguntas a nivel muy básico y esquemático que nos pueden ayudar:
¿Quien lo dice? ¿Por qué lo dice? ¿Para qué lo dice? ¿Cómo me lo dice? ¿Qué me transmite esa persona? ¿Qué me dice mi intuición?
¿Quién dice esto?
Qué conocimientos y experiencia tiene esta persona para afirmar lo que dice. Ahora está muy de moda hablar de los “expertos” y desgraciadamente si le sigues a algunos un poco la trayectoria te das cuenta de que a veces son expertos en equivocarse, con buena o con mala fe. ¿Os acordáis de los expertos que afirmaban que la terrible Gripe A podía exterminar a media Europa…? ¿O de los expertos que afirmaban que en Irak tenían armas de destrucción masiva suficiente para aniquilar a medio mundo…? ¿O los expertos que hablan sobre la pandemia actual del SARS-COV-2?
¿Por qué lo dice?
¿Qué razones tiene para afirmar lo que dice o refutar lo que dice la opinión contraria, son argumentaciones con una base sólida o no? ¿Se reafirma desprestigiando al otro? Una muestra clara la tenemos en los debates políticos, cuanto más mediocres son, más acusan e incluso difaman al otro partido sin ofrecer ninguna solución práctica, viable y beneficiosa para las personas a las que se supone han de servir. ¿Impone su opinión a través de la censura sistemática? ¡Qué fácil es tener la razón cuando eliminas toda oportunidad a otra visión diferente!
¿Cómo me lo dice?
¿Me lo explica de una forma clara para que yo lo entienda, o usa palabras y frases, que pueden sonar muy grandilocuentes pero que yo no entiendo? ¿O dice muchas palabras huecas y sin sentido para marear mi mente para que no pueda pensar? Regla básica: si no lo entiendo no le voy a dar la razón, aunque sea el único del mundo en no dársela. ¿Recordáis el cuento del Emperador desnudo? Si lo dice también apelando a mis emociones es que no quiere que yo lo pase por mi lógica, mala señal entonces.
¿Para qué lo dice?
O sea, qué interés tiene en que yo le crea. Esta es quizás una de las más importantes. Si frente a una enferemdad un experto me dicen que tal vacuna es lo único que puede ayudarme y otro me dice que eso me va a perjudicar más que otra cosa, yo investigo y veo que el primero tiene intereses en los laboratorios que venden el medicamento, o en el mejor de los casos, ignora muchos aspectos de la vacuna que me recomienda porque no se ha tomado el tiempo necesario para investigar sobre ella porque no se la ha cuestionado. Y el segundo médico, que conoce cómo funciona la eco-biología humana y ha visto los efectos de esa vacuna en las personas. ¿A quién voy a creer? Sobre esto me viene a la cabeza un hecho de la década de los 80 en que se nos empezó a decir que el aceite de oliva era malísimo para la salud, incluso los médicos, por ignorancia o por intereses, decían que lo habíamos de sustituir por el de soja. Parece ser que los americanos tenían un excedente que no sabían donde colocarlo… y a España fue a parar. Y aquí, haciendo caso a los «expertos,» se empezaron a arrancar miles de olivos centenarios.
¿Qué me transmite esta persona?
Me da confianza, percibo honradez o me está transmitiendo miedo si no elijo su opción, o sea, me está coaccionando. El miedo es una excelente estrategia para establecer un pensamiento único porque el resultado es que nos impide pensar.
¿Qué me dice mi intuición?
Acerca de esto solo puedo decir que la intuición es la voz del corazón, de la conciencia y que necesitamos confiar en ella sabiendo que toda percepción u opinión es valiosa cuando suge de la intuición. Mi experiencia es que cuando la escucho todo sale bien. Que salga bien no significa que todo vaya a ser fácil, no, ni mucho menos, pero en mi interior se que he elegido el camino correcto.
Personalmente guardo un recuerdo bastante desagradable en cuanto a no cuestionar. Fue cuando en España se hizo el referéndum para decidir si queríamos entrar en la CE. Yo voté que sí. No cuestioné, ni pregunté, ni indagué. Confié en lo que decía el partido en el gobierno, que para eso era socialista y de izquierdas. Di por supuesto que velaba por los intereses de todos los españoles. Eran los buenos porque los otros eran los malos. Solo decir que me informaba viendo la televisión y ahora recuerdo que los eslóganes y publicidad que utilizaron no tenían nada que ver con la realidad, se nos vendió una idea idílica de la CE. Hasta que pude leer, gracias a que alguien descifró lo que firmamos los españoles al votar que sí, lo que representaba ser miembro de la CE. Es cierto que era harto difícil desentrañar el significado de todos los documentos que pusieron más o menos a nuestro alcance, ahí está el secreto. Pero eso no es excusa para no indagar, pero al menos me sirvió para aprender ¡vaya si lo he aprendido!
Resumiendo: cuestionar, indagar, ponderar, para luego decidir lo que consideremos que se adapta mejor a nuestras necesidades y formas de entender el mundo. Y si nos equivocamos, pues aprendemos de las equivocaciones y así nos volvemos más sabios, porque un error es una información que nunca más volveremos a repetir. Y si se da el caso que una y otra vez repetimos el mismo error, cosa harto frecuente, también tenemos la maravillosa Flor de Bach de Chesnut Bud que nos ayudará, a todos los niveles, a que los aprendizajes se queden con nosotros.
Ya por último os recomiendo encarecidamente ver este documental elaborado en EEUU sobre las investigaciones de profesionales de la psicología, al margen del gobierno, sobre los atentados del 11/S y que ilustra perfectamente todo lo que acabo de exponer. Y quizás podamos ver la relación que pudiera tener con las circunstancias que estamos viviendo hoy día en que por tierra, mar y aire se nos está continuamente bombandeando miedo a través de los medios oficiales:
11/S Los expertos hablan: Psicólogos
Gracias por estar aquí y cuestionad todo lo que he dicho en este artículo.
Un abrazo.
Montserrat Chando