En el artículo, Cuando el exceso de responsabiidad se convierte en culpa , hablaba de la parte más fea y desagradable del sentimiento de culpa, hoy voy a hablar de la sabiduría que encierra.
Como decía en el artículo anterior ya mencionado, la culpa implica miedo al castigo, pero paralelamente existen también constantes recriminaciones, harto frecuente acompañadas de rabia hacia uno mismo. Es una voz machacona y taladrante que no nos deja vivir en paz.
Podéis preguntaros por la relación que tiene esto con la sabiduría. Ahora me explico. ¿Conocéis a alguien en persona o de referencias que nunca se haga responsable de lo que hace o dice? Me viene a la mente un relato que hizo el capellán de Franco. Relataba que estando ya enfermo se preguntaba del por qué había tantos españoles que no le querían, porque él siempre había querido ser un padre para todos ellos ¡…!
Si queréis comprender de dónde salía esta pregunta os recomiendo que leáis el primer capítulo del magnífico libro de Paul Preston “Franco, Caudillo de España” en que habla de su infancia, único libro que yo sepa que lo hace.
Y nosotros pensamos ¡cómo es posible que semejantes genocidas no se den cuenta de lo que han hecho!
Pues simplemente porque no sentían, esto es lo que caracteriza a los psicópatas. No sienten, se recubren con una dura y gruesa coraza de hormigón para no hacerlo, por tanto, tampoco sienten la culpa. ¡Y que bien que hubiera ido que pudieran sentirla!, aunque solo fuera aun poco, ¿verdad? Mucho de todo el terrible sufrimiento de esa época no hubiera existido, incluyendo por supuesto todo lo que ocurrió en la Alemania nazi.
Fotograma de la genial obra de arte que hizo Charles Chaplin de la película «El Gran Dictador»
Y es ahí donde reside la sabiduría de la culpa, hacernos saber cuando no estamos actuando bien, esa es su razón de ser: ayudarnos a que seamos personas responsables de nuestros actos y a ser compasivas con los demás.
¿Y qué podemos hacer con ella, como la podemos sanar?
El primer paso es ver si nuestra reacción emocional es, contemplándola desde un punto de vista objetivo, desproporcionada a los hechos o se ajusta a ellos. Esto no siempre es fácil de ver, porque acostumbra a haber un caos en nuestra cabeza, una batalla interna entre: “Tienes la culpa” y “Eso no es culpa mía”. ¿Os resuena en algo?
Cuando esto ocurre, que es la gran mayoría de ocasiones – eso si tenemos suerte y no pasa todo a nivel inconsciente – nos da la pista de que no estamos reaccionando ante los hechos del presente de una manera racional, sino a lo que hayamos podido vivir en un pasado más o menos lejano, más o menos recordado u olvidado. Y ahí está la llave de oro para poder empezar a transformarla y sanarla.
Darse cuenta de si lo que cargamos en la espalda – y la culpa literalmente se carga en la espalda – tiene razón de ser en hechos que necesitamos rectificar del pasado, e incluso pedir humildemente disculpas, hablaremos entonces de responsabilidad, o si distorsionamos lo que ocurrió creyendo que éramos culpables.
Muchas culpas tienen su origen en la primera infancia, de la cual la mayoría no guardamos recuerdos conscientes, incluso en el nacimiento o la gestación. Si el origen está ahí, existe la posibilidad de recuperar esas memorias para darse cuenta, de una manera objetiva, si en realidad distorsionamos o mal interpretamos los hechos, o es que los adultos – padres, familiares, maestros, etc. – nos hicieron sentir culpables.
A partir de ahí, podemos sanar ese sentimiento tan destructivo haciendo una reestructuración de todas las vivencias para poner cada cosa en su sitio. Al hacerlo, transformando el sentimiento de culpa, si es necesario en responsabilidad, y si no es el caso, sintiendo la alegría de desprendernos de algo que en realidad no nos corresponde, estaremos reprogramando nuestro “software” , nuestra mente, que nos estaba llevando por un camino equivocado.
Si, al igual que podemos reprogramar un sistema informático, podemos hacerlo con nuestra mente, emociones y cuerpo físico. ¡Cuántas enfermedades podríamos evitar si lo hiciéramos…
Dejaré para un próximo artículo, y para todas aquellas personas que podáis contemplar la posibilidad de la reencarnación, el hablar de cómo un sentimiento de culpa, al igual que cualquier otra emoción no resuelta y experimentada en otra vida, o al menos lo que suponemos que pueden ser vidas anteriores, nos puede seguir afectando en esta, así como de aspectos de éste sentimiento en los que nunca se nos ocurría contemplar. Para los que no creáis en la posibilidd de la reencarnación, con el solo el hecho de resolver lo que tenemos en esta vida desde luego que tenemos más que suficiente, ¡a veces hasta de sobra!
¿Con qué contamos que nos pueda facilitar el camino?
Dentro de la Psicoterapia Integrativa hay vaiosísimas herramienas, como las Flores de Bach que nos pueden ayudar muchísimo al hacérnoslo más fácil, es como si nos pusieran una mullida alfombra a lo largo de un camino lleno de piedras, recordad que hay una Flor de Bach que corresponde y equilibra cada emoción. La Terapia de Regresión nos facilitará el camino para abrir las puertas cerradas de inconsciente, aunque también la Terapia o Técnica Metamórfica, en según qué ocasiones puede ser una herramienta tanto o más válida que ésta. Sin olvidar algo tan valioso como el Psicodrama, que de una forma muy fácil, natural y efectiva nos ayuda a darnos cuenta de si nuestras reacciones son objetivas o desmesuradas y a entablar un diálogo con las partes enfrentadas.
Lo más importante no son tanto las técnicas que utilicemos, aunque éstas que nombro son de una gran simplicidad y a la vez muy poderosas y efectivas, sino que lo que más cuenta es la actitud y las ganas de sanar que cada persona pueda aportar a la terapia.
Si tenéis cualquier consulta sobre lo que podáis estar viviendo que creáis que pueda tener relación con todo lo expuesto, podéis llamarme o escribirme para tener una primera sesión – que es gratuita – para ver qué camino se puede tomar para resolver lo que os preocupa.
Montserrat Chando
Psicoterapeuta
685.890.497 Barcelona
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